Toda su vida es un montaje, una vil farsa con la que se ha adueñado de lo que no es suyo, que no le corresponde y mucho menos ha trabajado. Desde hace mucho tiempo debieron someter a Napoleón Gómez Urrutia a un detector de mentiras porque ya hasta Pinocho le queda corto.
Napillo acaba de recibir un golpe fuerte, pero a su bolsillo, le quitaron por fin, y así esperamos que suceda con los demás Contratos Colectivos de Trabajo (CCT), la posibilidad de seguir explotando y enriqueciéndose de los mineros de Altos Hornos de México, ya que los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, tuvieron a bien quitarle el uso y lucro de dicho contrato.
Pero, ¿qué trae consigo esta determinación y porque la indignación y enojo de Napillo? Todo se resume en una palabra, DINERO. Este impostor se acostumbró a exigir a las empresas una cuota por cada trabajador que está adherido a su sindicato, eso pasó por varios años con Altos Hornos.
A Napillo siempre le ha gustado el dinero fácil, así que también se inventó otra retribución para un supuesto apoyo a las revisiones de los CCT. Son millones que nunca fueron a parar al tabulador de los mineros, sino a las arcas del sindicato, y como por todos es sabido, desde hace 20 años esas cuentas sólo tienen un dueño y se llama Napoleón Gómez Urrutia.
Hay cheques y documentos también a nombre de Napillo, que evidencian estos arreglos, mismos que se hicieron lejos de los ojos de los trabajadores, es decir, ellos no sabían que quien los representaba cobraba un mucho mayor incremento salarial que todos los mineros juntos.
Estos documentos se dieron a conocer la semana pasada y, si bien suman varios millones de dólares, aseguran que la cuota que tuvo que pagar, sí o sí, esa empresa asciende aproximadamente a 19 millones de pesos. Se sabe además que no es a la única compañía que Napillo aplica esta cuota que más bien se entiende como extorsión, al no tener un fundamento legal, ni un propósito real en favor de los mineros.
Gómez Urrutia no tarda en negar estos hechos a los compañeros mineros, decíamos, no tiene experiencia como líder sindical, pero como mitómano tiene una gran carrera. Sin embargo, el agua le va llegando al cuello, la evidencia de sus fechorías siempre salen a la luz y pronto se le acabará el fuero.
A nivel internacional también le fluye la lengua cargada de mentiras. Recientemente fue a Lima, Perú, a hacerse el héroe, dijo que el paro que organizó y alargó por casi cuatro meses en Peñasquito fue porque la empresa no cumplió con el derecho del pago de 10 por ciento de las utilidades; cínicamente la culpó de no darle lo que marca la Constitución, cuando él como presidente de la Comisión del Trabajo del Senado de la República impulsó, promovió y votó a favor de la reforma que ordenó que a partir de 2021 se toparan las utilidades a 90 días.
Lo que sí es realidad, es que Napillo deberá estar pendiente de las decisiones de la Corte y de los tribunales laborales, aún debe pagar los mil millones de pesos que le quitó a los mineros de Cananea y que, precisamente, fueron a dar a las arcas del sindicato que él maneja y que distribuyó buena parte de ese dinero en las cuentas bancarias de su familia.
Napillo es un gran mitómano, no es minero y no quiere el bienestar de los trabajadores, sino que busca el beneficio propio; no es un líder sindical es más bien un gestor de cuotas sindicales; no es un político, es un cínico que buscó el fuero para no ir a la cárcel.